Recientemente, se han cumplido 30 años del famoso XXVIII Congreso del PSOE, en el cual se produjo la gran división interna del movimiento socialista en el estado español, y cuyas conclusiones se dejaron ver durante mucho tiempo, y aun hoy en el seno del movimiento obrero. En este XXVIII Congreso del partido socialista, en mayo de 1979, y su replica en septiembre de ese mismo año, se produjo, además del definitivo abandono del marxismo como ideología del partido, uno de los mayores golpes de partido antidemocráticos de la reciente historia contemporánea, de forma que quienes enarbolaron en aquel momento la bandera del llamado “socialismo democrático” frente al socialismo de los comunistas y marxistas, demostraron uno de los grandes ejemplos de un socialismo, en realidad muy poco democrático y desde luego nada marxista.
Con estas y otras artimañas dirigidas por revisionistas y anticomunistas infiltrados en el movimiento obrero como Felipe González, o Miguel Boyer, entre otros muchos, se produjo el golpe mortal y la traición interna definitiva que se venia gestando desde hacia muchas décadas atrás en el seno del PSOE y definitivamente, el partido abandonaba el ideal de partido como instrumento revolucionario de cambio social y vanguardia de la clase obrera como soñara en su día su fundador , el marxista (aunque a muchos les pese) Pablo Iglesias, y se convertía en un mero mecanismo electoral para acumular poder, corrupción y votos con el único objetivo de llegar y acomodarse en el poder político cuantas veces fuese necesaria.
En septiembre de 1979, hace poco mas 30 años, el movimiento obrero en el estado español, perdía, pues, definitivamente uno de los mayores referentes políticos de la clase trabajadora y ganaba otro mecanismo más de represión política, que se manifestaría en los diversos gobiernos socialistas posteriormente una vez llegaron al poder (adhesión al sistema capitalista, deslocalización industrial, aumento de parados, fomento del trabajo precario basura, protección y fomento del terrorismo fascista de estado, entrada en organismos internacionales ultraderechistas, reformas laborales…).
Sin embargo, esta situación política de finales de los años 70, esta deriva neoliberal y reaccionaria dentro del partido socialista no era mas que la culminación definitiva de toda una serie de despropósitos, retrocesos ideológicos y concesiones al derechismo anticomunista que se habían venido dando dentro del partido socialista durante las décadas anteriores del siglo XX y muy especialmente después de la desaparición de su fundador, Pablo Iglesias, en los años 20. Así, ya durante el periodo de la II Republica, se habían afianzado dentro del partido posiciones claramente derechistas y anticomunistas, lideradas entre otros por el celebre Julián Besteiro, participe del golpe de estado ilegal casadista de 1939 que encarcelo a decenas de comunistas y revolucionarios honrados del PCE en Madrid, dejando así el trabajo aun mas fácil a los fascistas que poco después encontrarían llenas las cárceles madrileñas de comunistas, listos para ser fusilados, o el moderado Indalecio Prieto, el cual especialmente, generaría una situación de inestabilidad ideológica interna en el seno del partido, siendo uno de los mas firmes antecesores en las políticas entreguistas y derechistas que el PSOE volvería a destapar con los felipistas de los años 70.
Prieto, que siempre mostró mas simpatías por el liberalismo y el mercado que por la ideología socialista y marxista, se enfrento ya durante el curso de la guerra con el ala marxista e izquierdista del partido representada entre otros por Juan Negrin o Francisco Largo Caballero, de los cuales se desharía en su línea para controlar totalmente a los socialistas, bien a través de la expulsión del partido (en el primer caso) o por el exilio y desaparición física de sus rivales (como en el segundo caso), dejando vía libre para sus ideales anticomunistas, perfectamente plasmados con los acuerdos y cooperaciones con las fuerzas monárquicas y derechistas a finales de los años 40 para instaurar una monarquía capitalista. Prieto es, pues, el mas firme ejemplo y antecedente de lo que los revisionistas harían en los años 70.
Esta línea prietista y revisionista se reforzó con el tiempo durante la dictadura franquista, con la llegada al partido de la nueva generación de jóvenes revisionistas en el interior del estado que durante esos años irían tomando posiciones y subiendo puestos dentro del partido para dar el vuelco ideológico de los años 70, como fue el caso del propio Felipe González, Alfonso Guerra o Miguel Boyer, frente al sector clásico del partido de tendencia mas izquierdista del exilio liderado por aquel entonces por Rodolfo Llopis. Pronto, las diferencias ideológicas entre ambas tendencias se harían notar y estallarían poco después.
Aquí, además, los revisionistas y anticomunistas del PSOE tenían ya a grandes referentes ideológicos del revisionismo europeo, cuyos pasos no dudarían en seguir a rajatabla como un ejemplo a la hora de liquidar la poca energía revolucionaria que le quedaba al socialismo europeo. Así, en la Republica Federal Alemana (RFA) o Alemania occidental capitalista, el Partido Socialdemócrata (SPD) volvió a la normalidad política después de la guerra. En el Programa de Godesberg de 1959 el partido abandonó oficialmente el concepto de lucha de clases y los principios marxistas y, tras un período en el que se opuso a la entrada en la OTAN se convirtió en uno de sus principales valedores, liderando el partido ya desde los años 50 la línea reformista y anticomunista, entre otros por el entonces alcalde de Berlín occidental y futuro canciller y presidente de la Internacional Socialista, Willy Brandt, amigo personal de Felipe González, y opuesto al único sistema que representaba realmente al proletariado de toda Alemania, la RDA a la que siempre ataco y criminalizo.
Con este ejemplo de traición al movimiento obrero y revolucionario alemán, los reformistas del estado español emprendieron su batalla interna en el seno del PSOE para liquidar, poco a poco, uno tras uno a todos los rivales ideológicos dentro del partido y afianzarse con el poder definitivo y total del partido. Las artimañas de los revisionistas del interior liderados por Felipe González frente a la dirección izquierdista del exilio y el intento de moderar ideológicamente al partido estallaron definitivamente en agosto de 1972, cuando consiguen romper en dos el partido y expulsar a la vieja guardia socialista del partido liderada por Llopis, el cual se escinde del partido para fundar el PSOE-Histórico (PSOE-H, futuro PASOC).
Posteriormente y para terminar de liquidar a esta primera facción del partido, Felipe González se valdría de su amistad personal con el dirigente de la Internacional Socialista (IS) en 1976, el mencionado Willy Brandt, para evitar que el PSOE-H se integrara en la IS, siendo definitivamente marginados de la vida política del socialismo tanto a nivel estatal como internacional. Así pues, los primeros rivales en el partido para los revisionistas y felipistas habían sido liquidados por aquellos que daban lecciones a los comunistas de democracia (interna y externa) y les echaban en cara su “falta de democracia y libertad”. Sin embargo, una vez superados los escollos del exterior a los felipistas les quedaba un ultimo obstáculo que eliminar en su dirección al poder total, y esa estaba en el interior del estado y del partido, los sectores izquierdistas que aun quedaban dentro del PSOE y que no querían ceder posiciones a las posturas revisionistas de las nuevas generaciones.
Estas posiciones anticomunistas empezaron a ganar peso en Suresnes en 1974 con la elección del líder de esta facción, Felipe González, como secretario del partido y el cual ya preparaba el camino entonces para la eliminación de la ideología marxista y revolucionaria de los estatutos y principios del partido.
Sin embargo, la democracia interna que tanto exigía en los partidos comunistas y que tan poco le gustaba en su propio partido le jugo una mala pasada a los felipistas en el XXVII Congreso del partido en 1976 (aun ilegales) en el que si bien Felipe era reelegido, este no podía evitar que por primera vez en su historia, la mayoría del partido se definiese abiertamente como un “partido de masas y marxista para lograr el objetivo final de una sociedad sin clases y la desaparición del estado”, algo que, tan abiertamente, no habría proclamado ni Pablo Iglesias y sus colegas en el siglo XIX (aunque tampoco la practica les había acompañado nunca), y sin duda alguna influido por los potentísimos movimientos sociales y revolucionarios en todo el mundo durante los años 60 y 70, algo que no gusto nada a los felipistas que pronto se pusieron a trabajar a conciencia para revertir y dinamitar lo que había sido democráticamente elegido por amplia y abrumadora mayoría en los congresos internos del partido socialista.
En las elecciones de marzo de 1979, el PSOE volvió a ser derrotado por la UCD (como ya ocurriera en 1977) lo cual seria aprovechado por Felipe González como excusa para desterrar por la fuerza toda implicación marxista en el partido. Así, el supuesto “radicalismo ideológico marxista” del PSOE seria el chivo expiatorio sobre el cual recaerían las culpas de las dos derrotas electorales consecutivas desde la muerte del general golpista Franco. Así, ya desde 1976 y especialmente desde marzo de 1979, Felipe González amenazo públicamente al partido con dimitir si no se eliminaba al marxismo como ideología política, intentando, pues, forzar de forma totalmente antidemocrática algo que había sido elegido hasta dos veces consecutivas por mayoría aplastante por las masas militantes, muy influidas por el movimiento revolucionario antifranquista durante 40 años.
Estas amenazas, constantes ya desde 1978, habían suscitado el temor y la reacción de los sectores (solo de nombre, por supuesto) críticos, marxistas e izquierdistas del partido (Bustelo, Llorente, Castellano, Tierno Galván…) que veían venir ya claramente el peligro del secretario del partido en su histérica, tozuda y enfervorecida cruzada anticomunista , obviamente presionada y alentada por la burguesía capitalista y el ejercito, a los cuales quería contentar y tranquilizar, algo similar a lo que ocurrió apenas unos años antes en 1974 con el secretario del partido socialista portugués Mario Soares, otro de los amigos personales de Felipe, y que ya entonces enterró toda iniciativa revolucionaria para contentar a los sectores burgueses y reaccionarios del país.
Con este panorama de división interna, amenazas, presiones y clima constante de tensión se inicia en mayo de 1979, hace ahora poco mas de 30 años, el XXVIII Congreso del partido, en el cual Felipe vuelve a cargar nuevamente contra la ideología marxista del partido y donde vuelve a amenazar nuevamente a la militancia a no presentarse a las elecciones del partidos si no se aprueban sus caprichosas intenciones, una vez mas.
Sin embargo y a pesar de sus amenazas de desestabilizar al partido con su dimisión (actitud típicamente anticomunista que los reaccionarios han tratado de hacer durante todo el siglo pasado en el seno de los partidos socialistas y comunistas) si no se abandonaba ya abiertamente el marxismo como ideología a favor de la economía capitalista de mercado, la mayoría de la militancia derrota clamorosamente esta propuesta por mas del 60%, y protege y refuerza masivamente los principios marxistas.
Fruto de esto, Felipe González cumple sus amenazas sectarias, y presenta la inmediata dimisión del secretariado del partido y su negativa a la reelección, formándose una gestora momentánea hasta el próximo congreso, vetándose de forma antidemocrática y sectaria constantemente por parte de los felipistas a los diversos candidatos alternativos propuestos por el sector critico marxista. Inmediatamente el y su lacayo Alfonso Guerra ponen en marcha la maquinaria del sectarismo, la amenaza, el insulto, el temor y la intimidación antidemocráticas en el seno de la militancia socialista para revertir los, nuevamente, resultados democráticos y mayoritarios del congreso del partido socialista. Ello además, se vería favorecido por un cambio forzado de última hora de los felipistas, una nueva artimaña antidemocrática más, en el funcionamiento interno orgánico del partido, con el objetivo de volver a convocar otro congreso y conseguir esta vez los votos necesarios para alcanzar la mayoría.
Así, se iniciaba la “operación reelección” por parte de los felipistas que durante los cuatro meses siguientes tratarían de revertir lo aprobado, difamando, amenazando e insultado a los críticos en lo que seria una autentica “gira estatal de la difamación”, amenazando con el hundimiento y la desestabilización del partido y tachando a los críticos de “demagogos” “criptocomunistas” (utilizado, como algo malo a modo de insulto, evidenciando su ideología derechista) y “dogmáticos” e incluso criticando las teorías del mismo Marx que tanto decía defender a la hora de ganarse los apoyos de los sectores marxistas durante los años 60 y 70, toda una mascarada y una farsa electoralista al mas puro estilo burgués.
Cuatro meses después, la inmundicia antidemocrática vertida surtía efecto en septiembre de 1979 donde se convocaba un congreso extraordinario y seria eliminada toda referencia marxista y Felipe seria reelegido secretario por parte de unos atemorizados y totalmente manipulados militantes socialistas, coincidiendo con la tónica general de temor, miedo y manipulación que se vivió en aquellos años de la llamada transición, por las constantes amenazas de los burgueses, políticos y militares.
Así pues, lo que no habían ganado con la razón y los votos, lo ganarían ahora con la presión antidemocrática, la mentira, el engaño, la difamación y las amenazas. Eso si, para ellos, el partido era democrático, no como los partidos comunistas de todo el mundo. Ese mismo año, el sector critico derrotado antidemocráticamente formaría la corriente interna izquierda socialista, aun existente en el seno del PSOE, aunque alejada de cualquier tipo de presión critica intensa a favor de la disciplina de la mayoría del partido. Una disciplina que los felipistas no tuvieron el menor problema en violar.
Prácticamente 30 años después, Felipe González seguirá reafirmándose en su constante cruzada anticomunista, rememorando sus artimañas antidemocráticas y derechistas con orgullo en un reciente acto sobre el grupo parlamentario socialista en junio de 2010 ante una masa de enfervorecidos partidarios y parlamentarios socialistas, todos ellos viejos felipistas bien satisfechos y agradecidos por 30 años de vivir del cuento electoral. Así, las artimañas dieron sus resultados esperados.
Llama aquí poderosamente la atención la hipocresía y la demagogia de los socialcapitalistas felipistas que a pesar de sus constantes gestiones para expulsar antidemocráticamente a base de constantes golpes de partido desde 1972 a toda oposición critica, no dudan en seguir cargando las tintas contra los países y contra los partidos comunistas de todo el mundo, especialmente aquellos del viejo campo socialista como partidos antidemocráticos.
Y llama la atención por ejemplos constantes de lo atrevida de esa mentira, por ejemplo cuando Erich Honecker, presidente de la Republica Democrática Alemana (la alemania oriental comunista) y del Partido Socialista Unificado Alemán (SED) viéndose en minoría y para evitar las divisiones internas en el seno de la republica socialista, decide en 1989 dimitir voluntariamente de su cargo y evita toda revancha interna, como buen y ejemplar comunista, para no dividir el socialismo y fortalecer a la entonces crecida burguesía. Llama pues la atención esa actitud respetuosa y democrática en lo que el socialcapitalismo ha llamado de “antidemócratas comunistas” mientras que los democráticos socialistas no dudaron en usar todas sus artimañas para eliminar a toda la oposición y disidencia critica de aquellos que no comulgan con su ideología, con sus intereses, que son los de la clase burguesa y capitalista.
Así pues, el abandono del marxismo por parte del PSOE, del que se cumplen ahora 30 años, es una traición a la lucha y a la clase obrera que perdía, definitivamente otro referente político y suponía una renegación total a su carácter socialista, dando paso a su más que demostrada colaboración con el capital. Lo que Engels temía a finales del siglo XIX, la utilización de la izquierda y el socialismo como excusa de colaboración con el capital, respaldado por los partidos de la internacional socialdemócrata-capitalista, tiene vigencia en estos días, y en estos 30 años, donde el PSOE ha demostrado a quién debe realmente pleitesía como ya dijimos anteriormente con su adhesión al sistema capitalista, deslocalización industrial, aumento de parados, fomento del trabajo precario basura, protección y fomento del terrorismo fascista de estado, entrada en organismos internacionales ultraderechistas, y ahora para colofón con sus reformas laborales que, lejos del ideario de su fundador, no hacen mas que precarizar las condiciones laborales de la clase trabajadora, a la que en teoría dice proteger, servir y representar.
Wilfo.